martes, 28 de junio de 2011

Israel: ¿un estado para los judíos o para todos sus ciudadanos?

Una de los argumentos común tanto a la izquierda internacional como al movimiento islámico es que los judíos actuales son una creación reciente de algunos historiadores europeos y que no tienen conexión alguna con  la “Tierra Santa” o “Palestina”, por tanto no tienen derecho alguno a constituir una nacionalidad aparte y soberana, al menos, en esa región del medio oriente (o en ninguna otra, pues los judíos son sólo una comunidad religiosa como cualquier otra sin una  historia o un “background” común). Los reales herederos de esos lugares serian aquellos descendientes que permanecieron luego de la destrucción de Templo de Jerusalén por los romanos independientemente de que no profesen el judaísmo como religión. La base de la argumentación es que los romanos no expulsaron a toda la población sino a una porción de ella. En otras palabras solo quienes demuestren un linaje familiar circunscrito a esa región tendrían derecho a declararse reales indígenas, todos aquellos que vinieron de otras regiones son usurpadores. Los “auto declarados judíos”  sean sefardíes, orientales, yemenitas, asquenazíes, etc., son producto de conversiones en masa de pueblos distintos, algunos no semitas como los Jazaros- tribu  turca- , de quienes se habría originado  la rama asquenazí. Los sefardíes son solo bereberes, los yemenitas provienen de tribus del sur de Arabia, los orientales o mizrahis se originan de etnias que habitaban las regiones el oriente medio. Por tanto, Israel como estado judío no tiene base histórica ni moral para existir y sus ciudadanos judíos inmigrantes de Europa, Cercano Oriente, África del norte, Etiopía, Arabia y demás lugares del globo terráqueo deberían o regresarse o tratar de ser admitidos como habitantes en Palestina por los reales dueños del lugar.
Un profesor de nombre Salomón Sand, nacido en Austria y criado en Israel,  quien enseña en la  Universidad de Tel-Aviv, es el proponente de una variante de la tesis mencionada que niega que exista alguna conexión histórica entre el pueblo judío y la tierra de Israel. En su concepto el pueblo judío es una entidad “inventada” o una suerte de “memoria implantada” sin conexión real con la tierra de Israel. El propósito que subyace a esta negación, y el reducir a los judíos a solo una “comunidad religiosa”, es la de  hacer cambiar la imagen que los judíos israelíes tienen de si mismos y abrir el camino a la sustitución de identidad religiosa por  el de una identidad civil separada de los judíos “diasporicos” (esto es, que no habitan en Israel) y quienes conforman un grupo religioso local en sus países. La meta final es que Israel pase de un estado de los judíos a un” estado de todos sus ciudadanos” en el cual se deroga la ley del derecho al retorno que tiene cada judío del mundo a instalarse en Israel (gracias a lo cual, por cierto, el Sr.  Sand y millones mas pudieron salvarse de la persecución antisemita en muchos lugares)  Al final, los ciudadanos árabes (o no judíos) que residen en el estado actual podrán integrarse al país que se despoja de su “indeseable” identidad judía permitiéndoles a los árabes  mantener su identidad separada y cultura única. Refutaciones de estas tesis pueden leerse en Internet.
Para un lector latinoamericano es de lógica que un país debería tratar a todos sus ciudadanos por igual independientemente de su “raza”, la religión y tradiciones que practique en el ámbito privado. La separación entre religión y estado es casi general en este tiempo, y la libertad de religión y pensamiento  también lo es en casi todos los países de Latinoamérica en mayor o menor grado. La religión predominante por razones históricas es el catolicismo la cual ha venido evolucionando hacia formas de mayor tolerancia; el fantasma inquisitorial que operó en Europa y Latinoamérica durante cuatro siglos ha desaparecido. Ya no se persigue y extermina a judíos ni masones ni herejes. A diferencia de otros países del tercer mundo (e inclusive del primer mundo) en los cuales la identidad nacional se confunde con las tribus o clanes y  secta  religiosa a la que se pertenece, la idea de un estado confesional no se admite.
Por desgracia, esta concepción de la vida es inexistente en muchos países de los continentes asiáticos y africanos en los cuales la lucha y exterminio por razones de diferencias religiosas o sectarias es notorio. En el medio Oriente, específicamente,  es común este fenómeno entre adherentes a distintas sectas y religiones por su carácter totalitario. Es ilusorio que una minoría que practique una tradición o religión que se aparte de la dominante en la región subsista. El caso de países vecinos a Israel como Líbano, Siria, Egipto, Jordania, los del Magreb y todos los países denominados islámicos en los cuales las matanzas son diarias,  atestiguan este hecho. La tesis que un país pequeño y de población escasa como los es Israel  adopte una forma de gobierno como la existente en países latinoamericanos es simplemente dar paso a una masacre de judíos  colectiva que incluiría a los proponentes académicos de la misma. Algo también ininteligible es la razón por la que  individuos que califican a su país y conciudadanos como usurpadores no emigren y rompan todo contacto con ellos.

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